La tecnología ha modificado nuestras vidas en muchos sentidos. Los taxis ya valieron por Uber, a las grandes cadenas hoteleras Airbnb les ha metido un gran calambre, Netflix le puso en la torre a los Videocentros y los álbumes fotográficos ya fueron enterrados por Instagram. La forma de ligar también ha tenido sus cambios, desde hace más de una década existen las apps de citas. Bumble fue fundada por Whitney Wolfe Herd en 2014 después de que ella dejó Tinder en dónde fue VP de MKT. Whitney demandó a la app de la “flamita” por discriminación y acoso sexual. Con el éxito y boom de Bumble, Herd tomó notoriedad mundial como “Business Woman” en publicaciones como Elle, Forbes, Inc, Fast Company y Wired.
Con las apps de citas, la afinidad se reduce a imágenes y a una que otra descripción picaresca o interesante. Las personas le dan like a las imágenes de alguien del sexo opuesto o del mismo género, dependiendo la orientación sexual. En Bumble las mujeres llevan las riendas, ellas deciden si abren la conversación o no, después del aval femenino se podrá dar el cotorreo entre los tórtolos.
Conozco gente que ha encontrado a su media naranja en la aplicación del panal de abejas, noviazgos duraderos y sólidos, así como parejas que ya comparten techo y sábanas. De la vista nace el amor y una imagen dice más que mil palabras, después vendrán las charlas vía chat (por lo general se mudan al whats) para finalizar con el encuentro cara a cara que marcará el destino final de los interesados. En el mejor de los casos, del match surge el noviazgo y hasta el matrimonio.
Pero también está el otro lado de la moneda.
En una red social que se basa en las apariencias sería absurdo poner una foto en la que uno no se ve bien, es más sería tonto mostrar cómo somos en realidad. Usamos photoshop y escondemos las imperfecciones porque de la vista nace el amor. Los que se han excedido de tamales ponen fotos de sus ojos, los bajitos no salen de cuerpo entero y abundan los lentes, todo lo que tapa ayuda. Me imagino que más de uno se ha sentido engañado al conocer en vivo y a todo color a su tinderela o tinderelo y ver que le dieron gato por liebre. No todo lo que brilla es oro y menos en las apps de citas.
En mi visita a Bumblelandia se abrieron bastantes conversaciones pero sólo concreté una cita, salí varias veces con la morra y la pasé muy bien, pero ella exigía una relación formal, a la cual me negué. No era ella, era yo. En un match me sucedió algo muy curioso, la chavita se veía bien, delgada, divertida pero con rasgos peculiares. La charla fluyó muy bien, muchos jijis y jajas, repasé la bio y teníamos muchas cosas en común, pero me percaté que trans no se refería a un género musical. Al intentar cazar una paloma me encontré con un gavilán, respeto los gustos ajenos, pero aún no me decanto por la carne sigo con el pescado. El sinsabor que me dejó la experiencia me obligó a abandonar la tierra prometida.
Los hábitos de consumo cambian constantemente, el amor también se encuentra en la red. En lo personal, me quedo con la vieja escuela de salir a algún lugar para dejarse sorprender por Eros y el destino. Creo que Bumble y compañía son maravillosas opciones para flirtear, sobre todo, tomando en cuenta el tiempo que pasamos inmersos en los dispositivos móviles.
¿Qué esperas para aliarte a Vaspec?
Saludos intergalácticos, El Chico Vaspec.
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